¡Se subastan las alpargatas del Pepe Mujica!

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Recordemos que José Mujica realizó toda su campaña electoral para las elecciones presidenciales de 2009 calzando un par de alpargatas Funsa, que terminaron en una singular historia.
Luego, su presidencia lo catapultó a la fama mundial.
Alemanes y holandeses llegaron a postularlo a Premio Nobel de la Paz y Mujica no lo aceptó.
Un Jeque árabe le ofreció un millón de dólares por su “fusca” y Mujica lo rechazó.
El cineasta serbio Emir Kosturica realizó un documental en su honor:”El último héroe”.
El ex presidente brasileño Lula da Silva se refirió a Mujica como el Nelson Mandela latinoamericano.
Es larga la lista de libros que tienen a José Mujica como tema, y perdura una gran repercusión internacional sobre su figura.
Hoy es venerado internacionalmente, aclamado, escuchado y consultado por destacadas Instituciones y poderosos Organismos mundiales.
Para ser totalmente imparciales debemos señalar que su personalidad -ya histórica- es muy criticada por la oposición que se niega a reconocerle al ex presidente del Uruguay su enorme trascendencia en el panorama socio-político del Uruguay y del mundo.
La increíble historia de las mencionadas alpargatas Funsa

Volvamos a aquél remoto 2009 donde, al finalizar su campaña electoral, José Mujica se desprende de sus ya famosas y bigotudas alpargatas.
El postulado presidente conducía su fusca de retorno a la chacra y el agobiante calor de la tardecita veraniega lo insta a despojarse del calzado y a manejar descalzo. Sabía que al llegar a su hogar remplazaría las chancletas por sus sandalias, siempre alcanzadas por su fiel perrita “Manuela”.
Desplazándose por una avenida céntrica de Montevideo, se detiene junto a un contenedor y ahí deposita las bigotudas, pensando que a alguien podrían servirle. Prosigue la marcha, sin percatarse que en la vereda de enfrente se encontraba la sede de un Partido Político Tradicional.
El cuidacoches de la cuadra, al reconocerlo, lo saludó efusivamente mientras el Pepe le regalaba una de sus francas sonrisas, según nos cuenta éste humilde trabajador. Inmediatamente abrió el contenedor y extrajo las famosas alpargatas, al tiempo en que de la Sede partidaria salía su líder máximo, bien trajeado y con paso altanero, de petitero. El cuidacoches corrió hacia él, lo saludó como todos los días sin pedirle una moneda. En cambio, aprovechó a ofrendarle las chancletas, diciéndole: “¡Ponételas un rato, a ver si aprendés a caminar!”.

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