La rápida intervención de una cajera salva la vida de un hombre en Madrid.

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Vanessa. Eso es lo único que se puede leer en la tarjeta identificativa que cada día se pone al llegar a Tezenis esta madrileña de origen andaluz. Detrás de esa identificación, que lleva puesta ya casi 3 años, se esconde una vocación de cuidar a los demás que le sirvió para salvarle la vida a un cliente que caía desplomado justo delante de la caja en la que ella estaba cobrando hace un mes.
Semanas después de aquel acontecimiento, un enfermero amigo de aquel cliente, hacía pública esta curiosa historia que habla de humanidad a través de una carta en la que reconoce el valor y la dedicación tanto de Vanessa González como de un gremio como el de Enfermería, «siempre presente y disponible», abarcando así su agradecimiento a esta cajera de Tezenis y a los profesionales del 112 que intervinieron en aquella ocasión.
Los hechos a los que se refiere José Samuel Guerrero en esta carta sucedieron el pasado 4 de mayo, a unos minutos de que Vanessa González terminara su turno. «Acababa de darle las vueltas y se desplomó». Asegura que sólo por la manera en la que se dejó caer «sabía que sucedía algo grave». Y no se equivocó. Eso le salvó la vida. «Me acerqué rápidamente y al ver que no respiraba comencé a practicarle una RCP (reanimación cardiopulmonar) mientras que una clienta llamaba al 112».
A lo largo de los 14 minutos que tardó en llegar el 112, Vanessa González contó con la colaboración de dos de sus compañeros de trabajo, "Javi y Juan", con los que se fue alternando para mantener con vida a este cliente habitual. «Al tener menos fuerza no puedo estar mucho tiempo con las maniobras de RCP, por lo que nos íbamos intercambiando». Pero siempre desde su supervisión. «Me centré en mantener las vías respiratorias abiertas y controlar el ritmo y la presión de las maniobras». Esto, unido a la rapidez con la que intervino esta cajera evitaron secuelas mayores en el paciente, ya que como ella misma explica, «una prioridad en estos casos es evitar la la ausencia de oxígeno al cerebro». Su esfuerzo y el de sus compañeros valió la pena y se convirtió en uno de esos pequeños milagros que esconde la vida, que un día decidió colocar a esta simpática joven detrás de la caja de una tienda de lencería, contenta hoy de que aquel cliente se encuentre «en casa recuperándose».
No ha hablado con él, pero sí con clientes amigos que «me han mantenido al tanto de como evolucionaba». Y dicho esto, asegura que para ella que esté bien «es el mejor premio» a aquellos interminables 14 minutos en los que ella y sus compañeros consiguieron mantenerle amarrado a la vida a la espera de que llegara el 112. Por eso, aunque agradece los reconocimientos recibidos en las últimas semanas, asegura que se siente un poco abrumada, porque en su opinión «sólo hice lo que le corresponde hacer a cualquier persona», y más si es «de vocación» como ella.
Hace apenas un mes de aquello, pero puestos a escribir esta historia, tal vez las primeras líneas deberían hablar de un lejano 2015, cuando Vanessa González, cajera de Tezenis, decidió quitarse una espinita y sacarse el grado de Enfermería. Una profesión por la que asegura que siente devoción «desde muy pequeña», pero que no pudo ejercer «por los derroteros de la vida», la que le llevó hace 3 años a entrar en el equipo de Tezanis. Y una pasión que no dudó en colarse en su vida justo en el momento que lo necesitó.

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