Pequeña aldea vikinga solidariza con Francia y deja de comprar desodorante musulmán

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Informe por Alice Baños y John Fitzgerald Scalone

Foteviken es una pequeña aldea vikinga, situada en Hollviken, pueblo de la península de Falsterbo, en el suroeste de Suecia. Es una reserva para personas que han decidido vivir como vikingos. Han renunciado a las comodidades modernas y han apostado por la autenticidad y libertad con que vivió el pueblo marinero. Dan mucha importancia al respeto de todos los miembros de la comunidad y a la educación de los pequeños.

Si bien esta comunidad ha dejado de lado la modernidad, a simple vista podemos ver que no cumplen con la imagen prototípica del vikingo hollywoodense: descuidados, rudos y, diríamos, hasta poco aseados. Todo lo contrario. Gracias a secretos naturales heredados de los antepasados, conservan un alto grado de limpieza personal y del ecosistema de la aldea, lo que los hace muy atractivos para los turistas que llegan a compartir con ellos.

Así todo, hay dos productos "modernos" que no han dejado de consumir: la pasta dental y el desodorante.
Al menos hasta ahora.

Esto por una razón sencilla: en Foteviken cultivan una especie de menta endémica muy apetecida y con la que preparan una pasta dentífrica de excepcional calidad, de uso industrial: Mjuk Mint. Una visita de la Cruz Roja en agosto 2012 confirmó lo (im)posible: reducción al cero por ciento de las caries infantiles y... a excepción de pocas piezas dentales menos en algunos adultos (producto de los deportes extremos que practican y una que otra riña familiar), sólo hubo dos habitantes de la aldea con caries, uno de procedencia española y otro de las Islas Turcas y Caicos.
Pero el asunto del desodorante es más complejo. No cuentan con los insumos necesarios para poder montar una industria de aquel tipo en la aldea. Por ello, hace ya varios años, a través de comerciantes de oriente, truecan a una conocida marca de desodorantes de Arabia, por la exitosa pasta dental, que va a parar (dicen) a las mismas bodegas y toilettes de los príncipes.

Sin embargo, hace algunos días, los habitantes de Foteviken sorprendieron al mundo con una insólita propuesta. Ello es narrado por Jonas Olofsson, quien cumple una especie de función alcaldicia en la aldea: "Considerando los lamentables atentados terroristas en París (narrados por los turistas, pues acá no existe ni un solo aparato de televisión ni de radio), y, aunque somos vikingos y tenemos una historia guerrera, como propulsores de la paz no podíamos parecerle al mundo que intercambiábamos productos con musulmanes, con el consabido riesgo de que algún día se nos infiltrara un miembro del Estado Islámico en nuestra Aldea y pudiese poner en riesgo a nuestros turistas. Ellos nos proporcionan casi el 50 por ciento de nuestros ingresos".

Prosigue Olafsson: "Decidimos, por ello, suspender indefinidamente la entrega de dentífrico a los comerciantes árabes y, en cambio, utilizar otras técnicas milenarias de limpieza axilar que nos han enseñado los japoneses, aunque debemos de reconocer que nunca tuvimos queja alguna del desodorante Majestik. Nuestras mujeres lo adoraban".
De todos modos, las burlas (e iras) no se hicieron esperar: es conocido el dicho de que los franceses no son muy amantes del baño o del aseo personal. Por tanto, esta especie de “solidaridad” de la aldea vikinga la nación gala se terminó transformando, torpemente, en un verdadero lío diplomático.
Tanto así que el Concejo consultivo local recibió una nota de protesta del ministro francés de asuntos exteriores, Sr. Laurent Fabius. Asunto delicado si se toma en cuenta que hace tres años atrás Foteviken fue galardonado como uno de los quince lugares ideales para vivir y visitar en el mundo, con que premia año a año el ministerio de turismo francés, lo que mejoró ostensiblemente la calidad de vida de la aldea, pudiéndose con ello ampliar el invernadero, construir un establo y un criadero de gansos del tipo Fis. Se dice que incluso una de las hijas del presidente Hollande, Flora, estuvo en Foteviken en 2009, y creo un lazo muy afectivo con Ingmar Petterson, un antiguo estudiante sueco de doctorado en Marsella, que se radicó en la aldea luego de un período de severa depresión causado por la pérdida de su esposa francesa, afectada por la peste bovina.

Es así que a poco más de una semana de semana de ocurridos los atentados en Le Bataclan y otros espacios de la ciudad luz, el número de solicitudes de visitas europeas a la Aldea se redujo en un 37 por ciento, siendo el 64 por ciento de ellos ciudadanos galos, además de cancelarse 38 visitas ya confirmadas (7 franceses), pues hay que destacar que el pueblo recibe a un número reducido de turistas cada mes, no sobrepasando las mil 500 visitas al año por asuntos de sustentabilidad.

La Aldea Vikinga ahora está en la encrucijada: disculparse con la nación gala y, quizás buscar una idea más brillante para solidarizar con su tragedia o, tal vez, retomar el contacto con los árabes y volver a intercambiar la pasta Mjuk Mint por desodorante Majestik, con el consabido riesgo de que estos vikingos modernos sean obligados a leer el Corán en poco tiempo más.

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