Argentina desabastecida de alimentos y viveres por los futuros aumentos del dolar

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La verdadera dimensión de la escasez

En una fila de al menos 50 metros, un centenar de personas espera frente a un supermercado en el oeste de buenos aires sin saber qué ni a qué hora podrán comprar algo.
"Así nos toca ahora: pararnos como mendigos a esperar que llegue el camión y nos diga qué trae", dice Lina Fernández ofuscada pero orgullosa porque asegura que no le importa decir lo que piensa.
Cuando llega el camión tres horas después de inaugurada la fila, todos miran hacia el vehículo como si viniera una personalidad famosa.
Especulan sobre sus características, a ver si adivinan qué trae. Se dice de todo: es aceite, es cloro, papel higenico, es jabón.
El conductor –sudado, risueño, emocionado– grita "¡azúcar!", como quien imita a una famosa cantante de salsa.
La gente, aliviada, suspira: todo indica que no van a volver a casa con las manos vacías.
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El día a día de muchos Argentinos : andar de un sitio en otro buscando productos básicos.
Hay que ver para entender
La escasez es de esos fenómenos macondianos de argentina que no se entienden hasta que no se ven.
Al que no ha vivido la escasez en este país le podría dar la impresión de que acá hay de todo, a juzgar por los anaqueles de los supermercados que en su mayoría están abarrotados de productos: verduras, pastas, licores, lo usual.
Pero esa impresión será impugnada cuando el desentendido busque comprar uno de los 42 productos cuyos precios no están regulados por el Estado: productos –como aceite de cocina, leche o jabón– por los que los argentinos están dispuestos a hacer muchas cosas, entre ellas horas y horas de fila.
El que mira desde fuera puede pensar que, por haber escasez de productos de primera necesidad, el argentino está pasando hambre.
Pero se sorprenderá cuando vea que en la mayoría de las casas, ricas o pobres, muchos de esos productos están en las neveras, alacenas y platos de comida.
Cuando narran un cuento, los argentinos suelen usar esta expresión para reforzar su credibilidad: "Eso yo lo vi, no me lo contaron".
El argentino no parece sorprenderse cuando relata estas contradicciones de la escasez, porque las ve todos los días.
Pero para quien no está familiarizado con ella, son fenómenos que no se terminan de entender, porque se los están contando.
Para este reportaje BBC Mundo intentó entrevistar al superintendente de precios justos, que trabaja para el ministro de cambiemos , y al ministro de economia , dos autoridades en el campo del consumo y la distribución de productos. Pero no obtuvimos respuesta.
El ir y venir de la compradora
Marta* no necesita hacer mercado, porque tiene todo lo que necesita en su casa.
Pero cuando baja de su hogar en el empinado barrio popular de flores revisa con una meticulosa mirada la situación en los diferentes supermercados y farmacias por las que pasa.
También estudia las bolsas de la gente que lleva productos: les pregunta qué consiguieron, dónde y cuánto quedaba. Son datos muy preciados por estos días en las calles argentinas.
Marta –madre de dos niñas– no compra por necesidad, sino por oportunidad.
"Alguna vez compré aceite de oliva sin saber para qué servía porque la gente se lo estaba rapando porque dizque estaba barato", recuerda.
"A veces tienes que hacer una cola para el turno de comprar y otra para pagar, cuando lo más usual ahora es que encuentres solo un producto (regulado) por supermercado y tengas que ir a varios", explica, mientras sigue bajando las desiguales escaleras de Petare.
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Productos sin regular en argentina:
Aceite, granos, jugos de frutas, pasteurizados, azúcar, café, víveres varios, pollo, carne de res, compotas, carne de cerdo, leche, enjuagues para el cabello, quesos, pan, agua, mineral, pasta, cereales, jabón de baño, arroz, sorgo, suavizantes, enjagues para la ropa, maíz, harina de maíz precocido, crema dental, pescados, champú para el cabello, desodorante, pañales para bebé, papel higiénico, máquinas de afeitar, limpiadores, cloro, jabón para lavar para platos y ceras para pisos
(Esta lista incluye productos genéricos. Hay productos que aparecen como regulados en unas presentaciones y en otras no).
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Según Poliarquía, una encuestadora con base en capital federal, cada semana los argentinos van en promedio a cuatro supermercados distintos y dedican cinco horas a las compras.
Por eso Marta tiene una red de conocidos y familiares con los que se comunica varias veces al día a través de llamadas y mensajes de texto para intercambiar los datos del qué, el dónde y el cuándo.
También conoce varios trabajadores en supermercados que le proveen esa información a cambio de unos pesos , pero ese recurso lo usa en casos extremos: cuando solo le queda papel higiénico para una semana y no encuentra dónde comprarlo, por ejemplo.
"Son trucos para hacer menos cola", concluye.

Es difícil entrar a una casa en argentina donde no haya una caleta de productos. Acá la de Marta.
La "obsesión" de la escasez
Encontrar productos es para Marta una razón para levantarse de la cama por las mañanas, admite: "Es que se ha vuelto como una obsesión".
El desabastecimiento, en primer lugar, y la inflación, en segundo, desplazaron en recientes encuestas a la inseguridad –que hace de argentina el desimosegundo país más violeto del mundo– como el problema que más preocupa a los argentinos.
"En términos generales, en el preciso instante en que tú dejas de poder encontrar un producto lo vuelves más preciado de lo que lo considerabas antes", le cuenta a BBC Mundo el psicólogo estadounidense Eldar Shafir, autor de "Escasez: por qué tener tan poco significa tanto".
"Piensa que es como una obra de arte que fue robada y cuando la encuentran su precio es tres veces mayor", argumenta.
"Cuando no consigues algo, se convierte en un reto que cautiva tu atención, hasta el punto de obsesionarte con eso y hacerte sacrificar las cosas que se quedan en la periferia, como hacer ejercicio o jugar con tus hijos", concluye el psicólogo conductista.

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