ÚLTIMO MOMENTO - GASTON PONDÉ ES DE PLATENSE

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Este trino es de Maria Antonia García, columnista y doctoranda. Aldo Cívico, también columnista y profesor universitario, retuerce a Hannah Arendt para poner al Consejo de Estado y a ciertos funcionarios, idiotas útiles antigay, en el mismo plano que Adolf Eichmann. El magistrado Nestor Raúl Correa acusa a la Procuraduría de utilizar con los homosexuales “métodos empleados por Hitler”. Equiparar a servidores públicos colombianos con los nazis, o a gays locales con víctimas del holocausto, son idioteces que ilustran hasta donde pueden llegar algunos hinchas.

Las reacciones a la decisión de la Corte Constitucional (CC) sobre adopción igualitaria reflejan esa manía de denigrar de los opositores. A la CC “le dio miedo”, “obedeció a los heraldos del dogma bíblico” y habrá que “bajar la ignorancia sobre el tema”. No se celebró una indudable victoria, así haya sido parcial. La pérdida de impulso de un referendo reaccionario y el silencio de la caverna ante un fallo progresista no merecieron atención. Preocupan más unos ideales inamovibles que los avances en la situación real de los derechos de las minorías.

Se requiere descaro para insistir en el fanatismo religioso y tomar un fallo favorable a las lesbianas como triunfo de la moral cristiana. La obcecación LGBT permite anticipar serias dificultades para que las solicitudes individuales de adopción de ese grupo puedan algún día tramitarse sin interferencias. De la intransigente hinchada que no respeta ni a la CC si medio contradice sus dictados cabe esperar abierto saboteo cuando a los gays se les apliquen los mismos criterios y exigencias que a los adoptantes heterosexuales. La adopción igualitaria sin restricciones podría convertirse en una respuesta favorable automática a cualquier solicitud individual, simplemente para evitar acusaciones de homofobia.

A veces se equiparan las restricciones para adoptar con las de tener hijos, olvidando que lo primero está regulado y los embarazos no. Un ejemplo es el de las prostitutas que en Colombia son casi todas madres pero seguramente les queda difícil adoptar. Hace años, un Defensor del Pueblo propuso que “quien ejerza la actividad de prostituta debe haberse ligado las trompas”. Fue unánimemente rechazado y nadie ha planteado prohibirles adoptar, pero la situación cambiaría si ellas se organizaran para defender ese derecho en bloque, impidiendo que en los procesos se indaguen y valoren sus circunstancias individuales. El lobby LGBT y sus incondicionales ya han mostrado suficiente músculo e intolerancia, que ratificaron al volver contrariedad y atacar la decisión de la CC.

Si la jurisprudencia va de la prohibición de adoptar a la autorización, era sensato empezar por quienes generan menos desacuerdo. Al quedar sin piso quejas recurrentes sobre taras ideológicas o religiosas, agotado el discurso del odio, quedan cuestiones concretas y necesariamente segregadas, como los vientres de alquiler, fundamental para los gays y prácticamente irrelevante para las lesbianas. Ni siquiera un asunto tan complejo y plagado de dilemas está exento de fanatismo: bastó que Dolce y Gabbana, pareja gay, expresaran su desacuerdo con esa forma de paternidad para que el tierno y flemático Sir Elton John pusiera en marcha la aplanadora de opinión promoviendo un boicot de sus productos.

Aunque frente a la agenda de reformas LGBT está prohibido disentir, dudar o cuestionar, me atrevo a proponer que, además del mercado de madres sustitutas, se discutan situaciones hipotéticas de menores adoptados por subgrupos como trans que venden servicios sexuales, o gays promiscuos y seropositivos. Si el rechazo a los padres adoptantes gays surge de prejuicios, superarlos exige rebatirlos con argumentos e información precisa, no con descalificaciones gruesas o la pretensión de que unos estudios extranjeros con madres homosexuales hacen superflua cualquier reflexión.

Los debates realmente difíciles sobre adopción igualitaria no atañen a las lesbianas entre quienes, según la Encuesta Nacional de Demografía y Salud, la proporción de madres es importante, casi 50. No tenía sentido seguir bloqueándoles a sus hijos la posibilidad de ser legalmente reconocidos por sus segundas madres por reticencias que aún provocan los gays, totalmente ajenas a ellas. Paradójicamente, las protestas por una decisión progresista –a medias, pero progresista- vinieron de la hinchada LGBT. La facilidad con la que incluso sectores conservadores asimilaron el fallo de la CC muestra que la adopción de lesbianas no tiene mayor oposición. Convendría indagar por qué el recelo es tan fuerte sólo con la de gays.

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