Un bar uruguayo llegó a la lista de los mejores 25 del mundo

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En el puesto 23 de los 50 Mejores Bares, El Bar Alfredo recibió el premio al que más puestos subió este año.

The World’s 50 Best Bars anunció su lista de este 2017 en el que se encuentran tres bares de América Latina. La clasificación es creada gracias a los votos de una Academia de más de 500 miembros de 55 países.

"¡No lo puedo creer, nunca estuvimos tan alto! -dijo a EL PAÍS el bartender Alfredo Segade desde una cancha de tenis y bajo la atenta mirada de un halcón, tras sufrir una nueva derrota en la final. Pero eso no debe importarle, ya que su bar fue colocado en el número 23 del ranking de los 50 Mejores Bares del Mundo-.

Sin embargo (y apenas deformando el contorno de los labios) murmura un “A tomar por culo” ante los numerosos reclamos, llamadas y mensajes de los parroquianos del bar que, agolpados contra la puerta herméticamente cerrada, consumen con gesto de consternación las bebidas compradas gracias al quiosco de al lado.
¿Pero por qué no se van? Eso sería tan difícil de explicar cómo la fecha exacta del nacimiento de Peñarol, lo de la Cultura Nacional, que Defensor y Danubio sea un clásico o como “qué bomba que es River Plate”.
Quizás sea una de las causas de su encumbramiento en la lista, como también lo puede ser la mágica decoración del lugar. Mezcla rara de diferentes hábitats naturales dónde conviven diferentes especies como hongos, bacterias y una flota de subnormales.
Desde un parlante empotrado en el roquefort de la pared se despeña una catarata que se pierde en un balde sucio dónde, en los días de lluvia, chapotea una trucha.
Observar detenidamente el techo puede ser una experiencia tan enriquecedora como mirar al cielo oscuro del Cabo Polonio. Muchos parroquianos han logrado apreciar parte de la Vía Láctea, la Osa Mayor y la Menor, un ancla y hasta los Siete Cabritos.
Todo esto es a primera vista, sin llegar a probar el licor adulterado, basta con la experiencia de una noche, pasar por escenas y personajes surrealistas, soportar al dueño del bar sentado con las piernas en alto o de procurarle la bebida que vas a tomar esa noche, para saber que ya no es necesario que pases por la experiencia de la ayahuasca.
Puede que todo no sea más que un error, que sea una noticia falsa pero que nuestro bar se ubique en el mágico número 23, cualquiera sea el sentimiento, dan ganas de llorar.
¡Vamos, Alfredo, por una noche más! (o por un día menos de vida)

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