"Comprender, amar y destruir"

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El comprender lleva a tomar y tomar a destruir. Los españoles admiraban a los aztecas por sus mercancías, las telas, las joyas y la arquitectura de sus casas, pero no reconocían a sus autores como individualidades humanas, eran sujetos reducidos al papel de productores de objetos y calificados como seres salvajes e inferiores. Los españoles hablan mucho de los indios, con frecuencia bien, pero nunca a los indios. Es decir que esa admiración de los españoles asía los indígenas solo acentúa las diferencias entre ellos, “si el comprender no va acompañado de un reconocimiento pleno del otro como sujeto, entonces esa comprensión corre el riesgo de ser utilizada para fines de explotación, de tomar”. El saber queda subordinado al poder.
La incapacidad de los españoles para aceptar la diferencia, para comprender al otro tendrá unas consecuencias catastróficas, uno de los genocidios más grande. De los 80 millones que habitaban el continente americano quedan 10 a mediados del siglo XVI. De los 25 millones que vivían en México en 1600 sólo queda un millón, una destrucción del orden de 90 y más.
Los españoles no querían perder tiempo, debían hacerse ricos de inmediato y a cualquier precio, con una violencia y crueldad tal que parecían disfrutar. “Todo ocurre como si los españoles encontraran un placer intrínseco en la crueldad, en el hecho de ejercer su poder sobre el otro, en la demostración de su capacidad de dar muerte”.
Cabe hablar de un choque entre sociedades con sacrificio y sociedades con matanza, representadas por los aztecas y los españoles. El sacrificio es un homicidio ritual, la matanza revela la forma en que han caído en desuso los valores morales de una sociedad. Aprovechando la lejanía se practica la violencia pero sin sentido ni ritual alguno.
Según Sepúlveda la guerra contra los indios es legítima porque son inferiores por naturaleza, son caníbales, llevan a cabo sacrificios humanos y es necesario convertirlos a la fe cristiana.
Las Casas, al contrario que Sepúlveda, admite desde el principio a los indios como iguales, pero toma como referencia la igualdad de todos los hombres predicada por Cristo en el Evangelio. Sin embargo, esta igualdad proyectada por Las Casas le impide aceptar al indio en su diferencia. Al igual que Colón, Las Casas en un principio ve en los indios sólo lo que quiere ver: mansos, sinceros, pacíficos, humildes, etc. Paradójicamente, el racismo de Sepúlveda le permite dar una descripción etnográfica de los indios más realista que el igualitarismo de Las Casas. Las Casas defiende la anexión de los indios, pero no con soldados, sino con sacerdotes, no con violencia sino con la palabra. Sin embargo, esto conduce a otra paradoja: para impedir el canibalismo se puede castigar a los indios con la hoguera.

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