"El Asesino del destornillador" cuenta su historia en un plató de televisión

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Ha sido uno de los crímenes más seguidos de la reciente crónica negra española y por fin tiene explicación. Virgilio Rosado, el hombre supuestamente detrás de aquellos tres asesinatos de 1990 ha aprovechado el primer día de su nueva vida después de que prescribieran sus delitos para acudir a un plató de televisión y contar su historia. Rosado, que no ha evitado responder ninguna pregunta, ha explicado su historia en una entrevista que ha pulverizado los récords de audiencia de este país.

-Lo primero que queremos aclarar es que Virgilio no ha cobrado nada por estar hoy sentado aquí y lo hace por voluntad propia. ¿Es Virgilio Rosado un asesino?

La respuesta corta es sí, desgraciadamente, pero la palabra asesino incluye unos comportamientos que no son los míos. Nunca habría buscado esto, pero creo que en la sucesión de situaciones en las que me vi, no fui capaz de hacer otra cosa. Además, yo solo fui responsable de una de las tres víctimas.

-¿Qué situaciones son esas?

Yo soy homosexual. Pocas semanas antes de la noche del primer crimen conocí a un chaval en una discoteca. Tenía 20 años menos que yo, era delicado, interesante, frágil y me enamoré como un niñato. No se lo contamos a nadie. Él se empeñaba en que no lo supiera nadie porque yo era mucho mayor decía, pero a mí no me importaba. Seguramente muchos habrán tenido esa sensación como de que estrenas tu vida. Era Raúl. Raúl era decorador, le encantaba su trabajo, de hecho siempre llevaba herramientas. Tenía una cardiopatía genética que le obligaba a revisiones periódicas y, sobre todo, a evitar todo tipo de stress. Su corazón no crecía al mismo ritmo que su cuerpo y, físicamente, era el de un niño de 3 o 4 años. Yo le reñía por salir demasiado, por intentar hacer deporte, pero él era todo alegría, era incontrolable, y era parte de su encanto.

-¿Raúl fue la última víctima?

No exactamente. Una noche, Raúl apareció muy nervioso en casa, eran las dos o las tres de la mañana y venía manchado de sangre y muy tenso. Lo tranquilicé, se duchó y me enseñó el destornillador. Me dijo que unos neonazis le habían acorralado para darle una paliza y hacerle perrerías, él se había revuelto, había sacado un destornillador que tenía de material y se lo había clavado a uno de ellos varias veces. Me lo contó con todo lujo de detalles. No sabía si lo había matado, pero estaba muy nervioso.

-Fue la primera víctima...

Sí, exacto. Yo le dije que se tranquilizara, que matar con un destornillador era muy complicado, que estaría bien. Para tranquilizarlo le dije que me dejara el destornillador, que yo me desharía de él. Ahora lo pienso y fueron pequeños errores los que me fueron llevando, pero en ese momento no pude hacer otra cosa. Se marchó y a las pocas horas lo detuvieron.

-¿Vargas?

Sí. Era el policía al cargo. Yo no sabía nada de él. Pero cuando Raúl me pudo llamar para contarme que estaba detenido me contó todo lo que le había hecho ese animal. Prefiero no relatarlo, pero se pueden imaginar lo peor en uñas, testículos, ano, dientes... Raúl le había dicho que sufría de una cardiopatía y que no aguantaría mucho, pero había escuchado a Vargas decir a sus compañeros "si la maricona se muere mejor, se acaba el caso y nos vamos antes a casa".

-¿Tiene pruebas de eso?

Bueno, eso fue una conversación, pero recogí pruebas de cosas mucho peores de las que hizo Vargas, que son las que dejé en el ataúd.

-Continúe con lo que ocurrió tras la llamada.

Me puse nervioso, sabía que Raúl aguantaría poco, y tenía que hacer algo. Era absurdo presentarme allí, así que vi el destornillador en casa y pensé que la única manera de salvarlo era hacer creer que había un asesino en serie y que estaba fuera. Que los medios lo contaran y la policía no tuviera otra alternativa que dejar suelto a Raúl. Me he arrepentido cada día de mi vida de aquello, pero actué así.

-¿Y a quién escogió?

Pensé primero en ir a por alguno de los neonazis que amenazaron a Raúl, pero nadie sabía nada y, además, no me habría servido para liberar a Raúl porque podría haber sido una venganza de otro. Debía ser una víctima al azar y que el destornillador uniera los dos casos. Fui a por un chulo que conocía. Era drogadicto, violento, captaba a niños para que se prostituyeran, robaba a los viejos que le pagaban... Créanme que nadie lo echaría de menos. Lo llamé, le dije que nos fuéramos a un lugar apartado y lo maté con el destornillador, exactamente igual que me había contado Raúl que hizo con su víctima.

-¿No le vio nadie?

Nadie, ni en el momento del asesinato ni cuando le contacté en las escaleras de la estación. Me cuidé mucho. Y funcionó. A las pocas horas saltó a la televisión y al rato Raúl estaba libre y vino a casa.

-¿Cómo lo encontró?

Estaba destruido. Físicamente tenía moratones por todas partes, lo habían intentado asfixiar y yo que sé qué más cosas. Cuando le conté que lo habían puesto en libertad porque yo había matado a alguien se puso histérico. Me empujó. Me dijo que cómo podía haber hecho eso, que ese era mi problema, que siempre intentaba arreglar la vida de los demás, que no era su padre... Yo no entendía nada. Le dije que estaba muy nervioso, que se calmara por su corazón, que no podía ir a la cárcel por haber actuado en defensa propia cuando le querían pegar unos nazis, y entonces se sinceró.

-¿Qué le contó?

Me dijo que no había nazis. Que había matado a un amante suyo por celos. Que no me lo había dicho nunca pero que salía con otra persona, que estaba enamorado de él y que esta persona le había engañado. Una especie de muñeca rusa de estas que esconden una muñeca menor en cada momento. Discutimos. Le dije que había matado a una persona por él, que cómo podía haber sido tan egoísta. Nos gritamos, nos empujamos y su corazón se paró.

-¿Murió allí?

Sí, en mi casa, pero fue fallo cardiaco, lo juro. Con un supuesto crimen ya prescrito no tendría por qué ocultarlo. Entré en pánico, pensé que si llamaba a una ambulancia, la policía no tardaría en relacionarme con la muerte del chulo y también con la del amante de Raúl.

-¿Y qué hizo?

Un momento después lo apuñalé con el destornillador de la misma manera y dejé el cadáver en un lugar cualquiera. Pensé que el ruido de un asesino en serie suelto sería grande y me alejaría a mí, que al fin y al cabo solo soy un profesor de instituto cualquiera, sin antecedentes y al que nadie podía relacionar con Raúl o las otras víctimas.

-Y entonces, se dedicó a huir...

Más que a huir, a esconderme. Pero en todo este tiempo no me olvidé de Vargas, de aquello de "Si se muere la maricona, mejor..." Sevilla no es un lugar tan grande y comencé a llegar a muchas de sus hazañas, así que tuve tiempo para pensar una manera de cazarlo. Sabía que yo era para él su gran sueño, así que lo utilicé para denunciar todas las torturas que llevaba cometiendo.

-Virgilio... ¿te arrepientes?

Cada día. Ojalá siguiera paseando con Raúl, por ejemplo, o sin él, que él siguiera con su pareja, era joven y lleno de vida.d Pero uno no decide lo que le pasa, solo podemos decidir cómo reaccionar a lo que nos encontramos. Estoy seguro de que la gente en sus casas estará asimilando esto, yo solo puedo pedir perdón. Ya he sufrido bastante solo por enamorarme y tener mala suerte. De verdad, solo quiero intentar rehacer mi vida.

-Muchas gracias, Virgilio.

A vosotros.

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